DE LA OPINIÓN A LA ACCIÓN: POR QUÉ LOS INDIVIDUOS PASAN DE LA CREENCIA A LA ACCIÓN
Este artículo pretende ofrecer una sinopsis de algunas de las observaciones clave relacionadas con las circunstancias en las que es más probable que los individuos hagan la transición de partidario pasivo del extremismo violento a alguien preparado para actuar. En este proceso, cuatro circunstancias/condiciones se consideran como críticas, normalmente en combinación entre ellas.
CONFLUENCIA DE ACONTECIMIENTOS QUE GENERAN EMOCIONES Y/O AGRAVIOS INTENSOS
Una confluencia de acontecimientos puede llevar a una intensificación de las emociones y el agravio. Es la intensidad de estas emociones, y su naturaleza personalizada, lo que las distingue de las que podría experimentar el entorno radical en general. Estas emociones pueden ser muy variadas, pero suelen conllevar un profundo sentimiento de humillación y vergüenza personal, unido a la ira y el odio. Aunque los acontecimientos que precipitan esta intensificación pueden variar (por ejemplo, el despido, la atención de la policía o de las fuerzas del orden, la percepción de victimización personal), el/los acontecimiento/s sirven para validar o reforzar las creencias ideológicas preexistentes, en particular los aspectos que hacen hincapié en la victimización de su grupo ideológico-religioso.
LA EXPOSICIÓN A MEDIOS Y OPORTUNIDADES CAPACES DE RECALIBRAR LA PERCEPCIÓN DE LAS POSIBILIDADES DE ÉXITO
Esta circunstancia tiene la capacidad de transformar los objetivos de un individuo de lo aspiracional a lo alcanzable. En otras palabras, puede alterar las percepciones en torno a las probabilidades de éxito. Es probable que esta circunstancia sea más importante cuando la acción conlleva un elemento de complejidad, incluidos el acceso a materiales y/o conocimientos técnicos, o implica una planificación y preparación más allá de lo rudimentario. Las circunstancias o los acontecimientos que pueden llevar a una recalibración de las percepciones de un individuo sobre la probabilidad de éxito pueden adoptar diversas formas. Lo importante es que esta circunstancia puede modificar, o incluso hacer desaparecer, las percepciones individuales de las barreras tanto físicas como psicológicas para la acción. Esto puede reducirse incluso a una simple cuestión de conveniencia u oportunidad inesperada: un encuentro casual con un agente de policía que da lugar a un acceso imprevisto a un objetivo, o una asociación fortuita con otras personas que pueden proporcionar apoyo práctico o emocional, por poner unos ejemplos.
LOS COSTES ASOCIADOS A LA ACCIÓN BAJAN Y LOS COSTES DE NO ACTUAR AUMENTAN
Por regla general, quienes llevan a cabo actos de terrorismo han llegado a un punto de sus vidas en el que creen que tienen poco que perder. En otras palabras, los costes personales asociados a la acción se reducen hasta el punto de que las consecuencias negativas de actuar disminuyen o se neutralizan. Esto supone algo más que un simple descontento, infelicidad o inquietud. Suele representar un momento definitorio en el que el individuo siente que su vida actual se ha vuelto intolerable, desesperada o insostenible. Los motivos de esta desesperación pueden adoptar diversas formas, y pueden incluir un profundo sentimiento de vergüenza o humillación, incluso el que tiene su origen en un comportamiento profundamente personal y privado; un comportamiento autodestructivo que ha llegado a un punto en el que las consecuencias se han vuelto insoportables o han oscurecido la posibilidad de cualquier futuro (p. ej., adicción a las drogas o ideas suicidas); y, la pérdida de posesiones mundanas, oportunidades o relaciones personales significativas, cuyos efectos son irreversibles (contribuyendo así a la percepción de que se ha pasado un punto sin retorno).
INTENSIFICACIÓN DE LA PRESIÓN PERCIBIDA O DE LA NECESIDAD DE ACTUAR
Los individuos han llegado a un punto en el que se sienten obligados a actuar. Este impulso puede atribuirse a diversas causas, que van desde las emocionales, por un lado, hasta las religiosas, por otro. Estas causas pueden producir una profunda sensación de crisis en los individuos, actuando como momento definitorio o punto de inflexión cuya característica es la inevitabilidad de la acción. En otras palabras, los individuos llegan a una etapa en la que sienten que no tienen otra opción que actuar y que están siendo superados por las circunstancias y los acontecimientos (es decir, se ha desarrollado un impulso sobre el que ya no tienen control). Alcanzar este "punto de no retorno" puede llevar a los individuos a entregarse a los acontecimientos, produciendo, al menos en algunos casos, una suspensión del juicio racional. Los individuos pueden interpretar de varias maneras esta percepción de inevitabilidad, incluyendo la sensación de estar acorralado, la necesidad de hacer caso a las señales o presagios divinos y que la vida se ha vuelto insoportable.